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El lanzamiento del telescopio espacial James Webb se vuelve a retrasar «al menos» hasta Nochebuena

Madrid
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Problemas de comunicación entre el telescopio y el sistema de lanzamiento han provocado que, una vez más, el James Webb vea su calendario retrasado. Del 22 de diciembre, el despegue pasará «al menos» hasta el día 24, Nochebuena, si bien «aún se están llevando a cabo las comprobaciones necesarias», ha afirmado en rueda de prensa online Julio Aprea, del directorio de transporte espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA). «En cuestión de días se ofrecerán más detalles sobre el contratiempo», ha concluido el responsable de la ESA, en línea con la información ofrecida por la NASA, donde se especifica que se dará la fecha concreta de lanzamiento «a más tardar el viernes 17».

Este retraso se suma a la larga lista de fechas que se han ido barajando para lanzar el telescopio espacial «más grande y más potente» hasta la fecha, pero sin posibilidad de reparación, como sí ocurre con el Hubble, lo que obliga a los ingenieros del Webb a un lanzamiento y un despliegue perfectos.

La pandemia ya obligó a postergar el despegue (fechado primero a principios de este año, retrasado hasta octubre después, y postergado finalmente del 18 de diciembre, al 22 y, ahora, al día 24) y su encapsulado en el cohete europeo Ariane 5, en el que, a modo de ‘origami’, los instrumentos están plegados en un espacio de apenas 5 metros de diámetro. Una vez se lance al espacio, sus instrumentos se irán extendiendo durante el siguiente mes hasta alcanzar el tamaño aproximado de una cancha de tenis (21 metros de ancho, por 14 de altura de su parasol, más los 6,4 metros de su enorme espejo, formado por 18 segmentos más pequeños).

Todo ello para poder ver por primera vez la infancia del Universo y conocer cómo evolucionaron la primera generación de estrellas y galaxias hace 13.500 millones de años.

Una ‘máquina del tiempo’

Hace 13.800 millones de años, de un punto diminuto, cálido y muy denso, se expandió todo el universo mil millones de veces. Es el proceso conocido como ‘inflación cósmica‘. Aproximadamente 300 millones de años después, ese espacio se llenó con las primeras estrellas que formaron galaxias, cuya luz llegará 13.500 millones de años después a la lente del nuevo telescopio espacial James Webb. Y pese a todos los adelantos científicos, la humanidad aún no sabe cómo se veían aquellos cúmulos, ni siquiera cuándo se formaron exactamente. «Es como una máquina del tiempo. El Webb proporcionará, por primera vez, datos que revelarán un Universo extremadamente joven y que nos ayudarán a resolver esos misterios que rodean a la primera generación de galaxias», ha explicado Macarena García Marín, científica de la ESA para el desarrollo y soporte científico y de calibración de MIRI/JWST, uno de los cuatro instrumentos clave del nuevo telescopio espacial.

Además de estudiar desde la infancia del Universo hasta la actualidad, el Webb revelará el espacio oculto a nuestros ojos: desde las estrellas detrás de las nebulosas y el polvo estelar a agua en las atmósferas de otros mundos o la potencial habitabilidad de exoplanetas. Porque el nuevo telescopio reúne la alta resolución del Hubble y la capacidad de detectar detectar longitudes de onda de luz en el rango del infrarrojo medio, como el
telescopio espacial Spitzer
, que concluyó su misión el 30 de enero de 2020. «Webb tomará datos que nos permitirán investigar prácticamente todas las áreas de la astronomía: las primeras galaxias y cómo evolucionaron hasta el día de hoy, agujeros negros, materia oscura, las primera estrellas, estudios de formación de planetas, y análisis de planetas tanto dentro como fuera del Sistema Solar», apunta García Marín.

Mirando en lugares muy fríos

Al principio, no existía la luz. La ‘sopa’ extremadamente caliente de partículas formada por electrones, protones y neutrones tuvo que enfriarse tanto como para que se empezaran a combinar, formando los primeros átomos de hidrógeno. Entonces, el universo se volvió neutro, y se mantuvo así durante unos 1.000 millones de años. En este proceso, emergieron las primeras estructuras luminosas que se calentaron nuevamente e ionizaron el medio. Y uno de los mayores retos de la cosmología moderna es entender esta época, llamada ‘reionización‘, que hasta ahora no ha estado al alcance de nuestra tecnología porque se trata de zonas frías, cuyo rastro apenas es perceptible para los actuales equipos en funcionamiento.

El Webb será capaz de ver esos primeros momentos y, después, como en una película, avanzar la ‘película’ hasta nuestros días para saber la evolución de esos ‘bebés estelares’ y cómo llegaron con tan diversas formas hasta la actualidad. El infrarrojo medio también servirá para observar detrás de las nubes de polvo de las nebulosas, donde se ‘esconden’ cientos de miles de estrellas recién nacidas, en una suerte de ‘incubadoras cósmicas’ de las que aún nos faltan muchas cosas por conocer.

Y no acaban ahí las capacidades del Webb: gracias a la espectroscopia, se podrá descomponer la luz para poder ‘ver’ de qué está compuesta la materia, algo así como las ‘huellas dactilares’ en forma de luz, incluidos los indicios de vida extraterrestre. Esto nos permitirá no solo observar nuevos planetas fuera del Sistema Solar, sino saber, por ejemplo, si sus atmósferas contienen agua y si entran dentro de la categoría de mundos potencialmente habitables. «En el primer año de observaciones esperamos encontrar unos 60 o 70 nuevos exoplanetas y analizarlos en mucha más profundidad para saber mucha más información», ha explicado Catarina Alves de Oliveira, científica de la ESA para el instrumento NIRSpec de Webb. Sin duda, el nuevo telescopio espacial James Webb promete nuevos hallazgos científicos revolucionarios que, quién sabe, si removerán todos los cimientos de lo que creemos saber hasta ahora. «Personalmente -ha dicho García Marín-, espero que encontremos algo que nos sorprenda de verdad».

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Elizabeth cruz

Elizabeth Cruz tiene 10 años de experiencia en investigación. Recopila y analiza datos sobre consumidores y competidores, también estudia las condiciones del mercado para examinar las ventas potenciales de un producto o servicio. Elizabeth ayuda a las empresas a comprender qué productos quiere la gente, quién los comprará y a qué precio.

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